Desde hace 27 años, cada 16 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono para celebrar el aniversario de la firma, en 1987, del Protocolo de Montreal. Dicho pacto ha sido – según señala la ONU – uno de los acuerdos medioambientales más exitosos hasta ahora, y su aplicación ha llevado a la eliminación de alrededor del 99 por ciento de las sustancias que dañan la capa de ozono.
La organización internacional también destaca que este año la celebración tiene como objetivo resaltar otros beneficios del Protocolo de Montreal, como su contribución a la desaceleración del cambio climático y al aumento de la eficiencia energética en el sector de la refrigeración, promoviendo así la seguridad alimentaria.
Para entender la relevancia de esta efeméride hay que partir diciendo que, si no existiera la capa de ozono, la vida en el planeta -fuera de los océanos- sería inviable. El ozono es un gas que está presente de manera natural en la atmósfera, cerca del 90% se encuentra entre los 10 y los 50 km de altitud (en la estratósfera) y su presencia es mayor hacia los polos y en el hemisferio Norte.
Para conocer más acerca del ozono, conversamos con Sarah Feron, doctora en Ciencias Económicas, Sociales y Políticas, investigadora de la Universidad de Santiago de Chile e integrante del equipo que publicó en junio de 2020 el estudio “Conexiones entre el ozono antártico y el clima: cambios en la precipitación interanual en el hemisferio sur”.
¿Cuál es la información básica que cualquier persona debería tener respecto a la capa de ozono?
El ozono es un componente fundamental de nuestra atmósfera porque absorbe la peligrosa radiación solar ultravioleta, evitando que buena parte de ella alcance la superficie terrestre. De no ser por la capa de ozono, la vida no sería viable en la superficie terrestre. Proteger la capa de ozono es proteger la vida.
Hasta la década de los 80 del siglo XX, se usaban en productos industriales que contenían gases que dañan la capa de ozono y podían permanecer por décadas en la atmósfera, después de ser emitidos. Estos gases fueron prohibidos en 1987 por el Protocolo de Montreal. Gracias a ese protocolo, la concentración en la atmósfera de los gases destructores de ozono está bajando y la capa de ozono se está recuperando. Sin embargo, todavía quedan algunos de estos gases dañinos en nuestra atmósfera y, como consecuencia, cada año aún se abre un agujero estacional de ozono sobre el continente antártico. Aunque con fuertes variaciones interanuales el tamaño máximo del agujero de ozono muestra una lenta tendencia a reducirse, y el agujero de ozono antártico podría dejar de abrirse en la segunda mitad de este siglo.
Gracias a que logró detener el deterioro de la capa de ozono y el crecimiento de los tamaños máximos del agujero de ozono Antártico, el Protocolo de Montreal es considerado el protocolo medioambiental más exitoso de la historia.
A fines del 2020 el agujero de la Antártica en la capa de ozono alcanzó máximos históricos y un año antes su nivel más pequeño en décadas. ¿A qué se deben estas variaciones? ¿Qué estamos haciendo mal?
A pesar de que la capa de ozono se está recuperando lentamente gracias al Protocolo de Montreal, el tamaño del agujero de ozono antártico presenta aún importantes variaciones interanuales. Algunos años puede ser mucho más grande y persistente que otros. Esta variabilidad interanual está relacionada con las condiciones meteorológicas, las que a su vez están cada vez más influidas por el cambio climático. Aún nos esperan varias décadas por delante en las que vamos a tener que lidiar con estas considerables fluctuaciones.
¿Cómo afecta a la Antártica y a otras zonas de Chile la existencia de este agujero o el adelgazamiento de la capa?
El agujero de ozono antártico provoca importantes alzas en la radiación ultravioleta sobre el continente blanco cada año. Sin embargo, en los últimos años se ha descubierto que también influye en los patrones de viento, nubosidad y precipitaciones del hemisferio sur. El agujero de ozono antártico es parcialmente responsable, junto al cambio climático, de la tendencia a la baja que presentan las precipitaciones en la zona centro sur de Chile.
Fuiste parte de ese equipo de investigación, que conectó el agujero en la capa de ozono en la Antártica con el comportamiento de las precipitaciones en el hemisferio sur. ¿Qué aspectos destacas de ese proceso de investigación y cuál fue tu rol?
A mí me correspondió participar en una investigación multidisciplinaria que buscó conectar los puntos entre dos problemas que parecían inconexos: la pérdida de precipitaciones en Chile y el agujero de ozono antártico. El agujero de ozono fue detectado a inicios de la década de los 80, justo cuando la zona centro y centro sur de Chile comenzó a perder precipitaciones. Demostrar que no se trataba de una simple casualidad, no sólo nos permitió entender mejor el rol del ozono en el balance energético de nuestro hemisferio, sino también el rol de la Antártica como agente climático global.
Esta investigación no sólo me permitió trabajar con modelos climáticos, sino también visitar varias veces el continente blanco para hacer mediciones in situ. Sólo después de visitar el continente es posible apreciar su relevancia para sistemas climáticos en nuestro hemisferio. Pero la investigación que realizamos entre la Universidad de Santiago y el Instituto Antártico Chileno (INACH) no ha terminado. Seguimos monitoreando el ozono y el clima antártico. Aún hay muchos más secretos por descubrir.
¿Cómo -las personas comunes y corrientes- podemos contribuir a la recuperación de la capa de ozono?
Afortunadamente, gracias al Protocolo de Montreal, ya no existen productos en el mercado que usen gases que afecten la capa de ozono. Por lo tanto, la lección más importante para la ciudadanía es que los protocolos medioambientales funcionan. El Protocolo de Montreal salvó a la capa de ozono, y de la misma manera acuerdos internacionales como el Acuerdo de París podría ayudarnos a resolver el problema del cambio climático. Al igual que en el caso de la capa de ozono, solucionar el problema del cambio climático tomará décadas, pero el éxito del Protocolo de Montreal llama al optimismo.
Los orígenes de esta efeméride
La confirmación científica del agotamiento de la capa de ozono impulsó a la comunidad internacional a establecer un mecanismo de cooperación para tomar medidas destinadas a proteger la capa de ozono. Esto se formalizó en el Convenio de Viena para la protección de la capa de ozono, que fue aprobado y firmado por 28 países, el 22 de marzo de 1985. Esto condujo en septiembre de 1987 a la redacción del Protocolo de Montreal, relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono (hidrofluorocarbonos [HFC]).
El objetivo principal del protocolo es la protección de la capa de ozono mediante la toma de medidas para controlar la producción total mundial y el consumo de sustancias que la agotan, con el fin de eliminarlas, sobre la base del progreso de los conocimientos científicos e información tecnológica. Exige el control de casi 100 sustancias químicas y establece un calendario para la eliminación gradual de su producción y consumo.
En ese contexto, en 1994, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 16 de septiembre Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, en conmemoración de la fecha de la firma del Protocolo de Montreal. Quince años después, la Convención de Viena y el Protocolo de Montreal se convirtieron en los primeros tratados de la historia de la ONU en lograr la ratificación universal.
La Antártica: sensor climático
Es conocida la importancia de la Antártica para el estudio del impacto del cambio climático. Sin embargo, recientes investigaciones confirman que no solo determina las tendencias climáticas de largo plazo, sino que también influye en la intensidad de las lluvias estivales, tal como lo demostró el estudio “Conexiones entre el ozono antártico y el clima: Cambios en la precipitación interanual en el hemisferio sur” citado anteriormente.
Los autores de la publicación son Alessandro Damiani, Raúl Cordero y Sarah Feron de la Universidad de Santiago de Chile (USACh), Pedro Llanillo del Instituto Alfred Wegener de Alemania; Juan Boisier, René Garreaud y Roberto Rondanelli de la Universidad de Chile; Hiroshi Irie de la Universidad de Chiba y Shingo Watanabe de la Agencia Marina Japonesa para las Ciencia y Tecnología Marina y de la Tierra de Yokohama.
Uno de los principales descubrimientos de esta investigación tiene relación con el efecto de la abundancia del ozono sobre Antártica en la variabilidad anual de las lluvias estivales en Chile, Australia y Sudáfrica. Así, el agujero en la capa de ozono que se forma sobre Antártica cada primavera austral no solo produce un aumento anómalo de los niveles de radiación ultravioleta, sino que influye de manera importante en las precipitaciones de todo el hemisferio sur, en especial en el verano austral.
Por más de una década y con el apoyo del INACH, el grupo de investigadores liderado por el Dr. Cordero, se ha dedicado a estudiar el papel que cumple el continente blanco en el clima.
Fuentes consultadas: ONU [ https://www.un.org/es/observances/ozone-day] INACH: [https://www.inach.cl/inach/?p=28555]
Para saber más:
- Radiación solar en Chile. Libro para descargar en PDF editado por el grupo de Investigaciones Antárticas de la USACH: http://antarctica.cl/divulgacion/