Columna escrita por Dra. Chiara Saracini, licenciada en psicología y doctora en neurociencias cognitivas, investigadora de la Universidad Católica del Maule del Centro de Investigación en Neuropsicología y Neurociencia Cognitiva (CINPSI Neurocog) y del Centro de Investigación en Estudios Avanzados del Maule (CIEAM).

La ciencia ficción, ya sea en su versión escrita, a través de libros que se han vuelto “clásicos”, o en su forma más moderna en las películas de cine, siempre nos ha fascinado por esa capacidad, a veces asombrosa, de “captar” aspectos del presente que podrán ser transformados de forma increíble en algún futuro cercano o lejano.

El cine, como expresión artística y cultural, desde que ha nacido, no solamente ha reflejado en sus contenidos las épocas históricas y las transformaciones socioculturales en acto en su momento, sino que también, de una cierta forma “circular”, ha sido capaz de “plasmar” la realidad, haciendo que muchos de esos contenidos se tornaran reales, casi como en una “profecía auto cumplida” (Merton, 1968).

Cuando, en 1968, en la famosa película de Kubrick 2001: odisea en el espacio, el computador tomaba “vida” y hablaba al protagonista apoyándolo en sus tareas diarias, parecía extraño que un computador hablara desde cualquier lugar (hoy tenemos Alexa o Siri que pueden hacer lo mismo), o cuando, en Blade Runner (1982), se mostraban objetos tecnológicos muy pequeños (parecidos a nuestras tabletas) capaces de realizar funciones como hacer videollamadas con cualquier persona en cualquier lugar. En ambas películas se imaginaba lo que pudiera pasar si un Ser construido por la humanidad para ser de apoyo en las tareas cotidianas pudiera desarrollar una consciencia propia, voluntad y sentimientos. Esta última predicción en efecto, más que ser una predicción del presente podría ser una predicción de un posible futuro cercano. Hoy, debido al desarrollo de robots antropomorfos e inteligencia artificial, se sospecha que quizás eso podría llegar a ocurrir, tanto que personajes como Elon Musk están preocupándose desde ya de “cyborgizar” al ser humano “en caso de una rebelión de los robots o androides” para estar preparados.

La estricta correlación que hay entre el cine y los aspectos culturales, artísticos, tecnológicos del desarrollo humano, hace que lo que antes pareciera demasiado fantasioso, en algún momento llegó a nuestras vidas de una forma casi natural porque, de alguna forma, ya estábamos acostumbrados, ya que pudimos visualizarlo gracias a las imágenes realistas de las películas. En el caso del desarrollo en campos científicos como bioingeniería, o ingeniería informática, por ejemplo, o aún más las neurociencias e inteligencia artificial, algunas películas parecen haber hasta “predicho” el (entonces) futuro de una forma tan precisa que hoy miramos hacia atrás y nos sorprendemos por cuan acertadas eran algunas imágenes de gadgets tecnológicos que usamos en la vida diaria, como los smartphones, laptops, smartwatchs y tablets, la Realidad Virtual y el ciberespacio (conceptos adelantados en El hombre del jardín, 1992), la existencia de espectáculos televisivos que “observaban” la vida de la gente a través de los reality show, como en The Truman Show (1998) o la posibilidad, algún día, de borrar los recuerdos incomodos cómo en El eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004). Hoy esto aún no es posible (por suerte), pero hay grupos de investigadores que han logrado desasociar las emociones negativas de los recuerdos cuando esos se están formando (Borgomaneri et al., 2020), por ejemplo, gracias a neurotecnologías como la estimulación magnética transcraneal, o EMT (en inglés, Transcranial Magnetic Stimulation, o TMS) o estimulación eléctrica transcraneal directa o alternada (en inglés, Transcranial Direct/Alternate Current Stimulation, tDCS/ tACS), las que además tienen mucho potencial terapéutico en condiciones como Parkinson, Autismo, Depresión, TDAH, y muchas más. Estamos lejos de la posibilidad de hacer un “borrón” de algunos episodios selectivos, como el flash usado en Men in Black (1997) para hacer olvidar la visita de los agentes en negro y todo lo relacionado con ellos, pero estamos encaminados hacia la posibilidad de entender si será posible olvidar solo algunos episodios traumáticos, por ejemplo. También estamos vislumbrando como realizar la situación opuesta, lo que en El vengador del futuro (1990) se plantea, o sea la posibilidad de “escribir” memorias falsas en el cerebro de las personas. Bueno, en las personas aún no se puede (¡y quizás es mucho mejor así!), pero en algunas ratitas de laboratorio sí se pudo crear asociaciones artificiales creando memorias en ausencia de estímulos reales (Vetere et al., 2019). Siempre hablando de memorias, en Johnny Mnemonic (1995) se enfrentaban temas hoy en día muy actuales como los implantes cerebrales cibernéticos y la Inteligencia Artificial. Pues, justo alrededor de los años 2000 los científicos en el campo de las neurotecnologías estaban trabajando para mejorar las así llamadas Interfaces Cerebro-Computador (en inglés, Brain-Computer Interfaces; BCIs): a pesar de haber sido elaboradas ya en los años 60, fue en el 1998 que Philip Kennedy implantó la primera BCI invasiva en humanos, mientras que hoy la Inteligencia Artificial es una de las formas más avanzada de procesar, entender, clasificar y generar datos, sobre todo para lograr descifrar la actividad cerebral a través de Redes Neurales y Machine Learning, por ejemplo. Inteligencia Artificial que fue fulcro de otras maravillosas películas de ciencia ficción que nos dejan con preguntas abiertas respecto al futuro cercano, como A.I. (2001) y I, Robot (2004).

De hecho, el elemento común de muchas películas de ciencia ficción que ya son consideradas “cult” entre los cineastas es justamente el cerebro y la posibilidad de manipularlo, alterarlo u obtener información de él, y esto ya está encaminado gracias al avance de técnicas muy antiguas como el electroencefalograma (EEG). En Minority Report (2002), en un lejano 2054, el crimen ya no existe gracias al PreCrimen y la capacidad de castigar no tanto las acciones delictivas, sino que derechamente la intención a cometerlas. Cosa que, como nos inspira a reflexionar la película, podría no ser tan “éticamente correcto”. Sin considerar que ya se estaba prediciendo algo que nos aflige de alguna forma en la sociedad hodierna, o sea, la publicidad personalizada (¡basta mencionar que necesitamos algo en alguna conversación que nos aparece la publicidad de ese producto por todos lados!) y la falta de privacidad mental, temas que hoy están siendo debatido internacionalmente y, en Chile en particular, por el tema de los Neuroderechos. La “lectura” de la mente, tal como la imaginaban en esa película, no es aún posible, pero ya tenemos los medios tecnológicos para hacerlo posible algún día.

En su libro “Neuroscience Fiction: Cómo el cine se adelantó a la ciencia” (2020), el neurocientífico argentino Rodrigo Quian Quiroga reflexiona sobre cómo Matrix (1999) desafía la existencia misma de la realidad fuera de nuestro cerebro, mientras Inception (2010) se pregunta si podemos crear una realidad alternativa en la mente de alguien. Es cierto que nuestra mente pueda ser engañada (vemos cosas que no están, escuchamos sonidos que no existen, no logramos ver cosas que sí están, etc.), pero ¿qué tan persuasivamente contundente podría llegar a ser una Realidad Virtual para mantenernos en un estado de “batería humana” sin darnos cuenta? ¿Cuándo soñamos, en el fondo, nuestro cerebro nos está proponiendo una Realidad Virtual auto-generada? En referencia a nuestro tan inspirador mundo onírico, por cierto, hace tiempo existen grupos de científicos que buscan descifrar los sueños escaneando los cerebros de los durmientes (de una forma biológicamente más contundente que Freud o Jung, seguramente), como en el caso de Miyawaki et al. (2008). Quizás pronto podremos mirar los sueños de alguien en pantalla, como pudimos ver los sueños de Leonardo di Caprio tomar forma en la película.

Una cosa es cierta: lo que se plantea en la película Lucy (2014) sobre si se pudiera ocupar el 100% del nuestro cerebro es un neuromito. De hecho, todas las personas ocupan siempre el 100% de su cerebro, en cada momento (de lo contrario, significaría que han sufrido alguna lesión grave, un tumor, un ictus o algo que causó la muerte de enteras zonas cerebrales y estarían pasándola muy mal). Así que lo normal es usar el 100% del cerebro. La pregunta que quizás sería más correcta es: ¿cómo podemos mejorar las capacidades de procesamiento de nuestro cerebro? Y bueno, acá también tenemos ya lista la respuesta: con las neuromejoras (ya sea mediante neurotecnologías físicas o farmacológicas). El futuro ya está llegando.

BONUS TRACK

Y para mencionar nuevamente las BCIs, no solo en campo científico/artístico (Zioga et al., 2018) se ha buscado cruzar los límites de la ciencia ficción creando una interacción en tiempo real entre espectadores, actores y película con el objetivo de traer a la audiencia una experiencia nueva, atractiva y colectiva, sino que también estudios de Hollywood, como Universal y 20th Century Fox, han lanzado versiones interactivas de sus películas, donde el espectador puede controlar momentos clave de la trama con el uso de algo parecido a las interfaces hombre-computador (acá dejo un video del 2014 como referencia).

Bibliografía

Merton, R. K., & Merton, R. C. (1968). Social theory and social structure. Simon and Schuster.

Borgomaneri, S., Battaglia, S., Garofalo, S., Tortora, F., Avenanti, A., & di Pellegrino, G. (2020). State-dependent TMS over prefrontal cortex disrupts fear-memory reconsolidation and prevents the return of fear. Current Biology, 30(18), 3672-3679.

Vetere, G., Tran, L. M., Moberg, S., Steadman, P. E., Restivo, L., Morrison, F. G., ... & Frankland, P. W. (2019). Memory formation in the absence of experience. Nature neuroscience, 22(6), 933-940.

Quiroga, R. Q. (2020). NeuroScience Fiction: How Neuroscience Is Transforming Sci-Fi into Reality-While Challenging Our Beliefs About the Mind, Machines, and What Makes us Human. BenBella Books.

Miyawaki, Y., Uchida, H., Yamashita, O., Sato, M. A., Morito, Y., Tanabe, H. C., ... & Kamitani, Y. (2008). Visual image reconstruction from human brain activity using a combination of multiscale local image decoders. Neuron, 60(5), 915-929.

Referencia:

Zioga, P., Pollick, F., Ma, M., Chapman, P., & Stefanov, K. (2018). “Enheduanna—a Manifesto of Falling” live brain-computer cinema performance: performer and audience participation, cognition and emotional engagement using multi-brain BCI interaction. Frontiers in neuroscience, 12, 191.
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