“Subíamos orillando el río Buill dando vuelta la puntilla y ahí llegábamos a la Laguna Tolita. Alrededor de la laguna estaban las basas que habían trabajado los antiguos. Es muy bonita esta laguna, porque por donde usted la mire tiene alerce (…) El año 1980, nosotros íbamos siguiendo el camino antiguo, que en el año 40 o 50 mandaron a hacer tejuelas y basas, después abandonaron eso. Ese camino que ellos habían hecho se cerró con la vegetación, y por los deslizamientos de tierra del terremoto del año 60”, relata Wenceslao Barrientos (73), poblador de Buill, comuna de Chaitén, Región de Los Lagos.
Su testimonio forma parte de la historia que esta comunidad está reconstruyendo a través del proyecto “La memoria de las y los antiguos pobladores peninsulares”, presentado por la Junta de Vecinos de Buill Norte N°17 a la categoría Conocimiento Local del Concurso Ciencia Pública, que financia el Ministerio de Ciencia, Conocimiento, Tecnología e Innovación.
Buill está situado en la Península de Comau, comuna de Chaitén, y cuenta con aproximadamente 300 habitantes. Es una zona aislada, a la que solo se puede acceder directamente por aire o barcaza. Tradicionalmente la principal actividad económica del sector ha sido la pesca y ganadería, pero alrededor de la década del 50´ -la fecha exacta es uno de los datos que esperan confirmar a través del proyecto-, se instaló una empresa maderera para explotar el bosque de alerce, de cuya presencia aún hay vestigios en el pueblo.
Barcos hundidos, maquinaria abandonada, basas de madera forman parte de los elementos que aún permanecen en Buill y que rememoran una época cuya historia está aún fragmentada, y donde predominan los “dicen que” y relatos increíbles, como los del Valle de las 40 hachas, sector de muy difícil acceso y donde los trabajadores de la madedera habrían abandonado las herramienta con la que derribaban los árboles, “como símbolo del fin de la faena a raíz del quiebre de la empresa”, comenta Franchesca Sanzana recordando uno de los testimonios registrados; o porque “no sé qué catástrofe pasó… arrancaron y dejaron sus hachas ahí”, dice don Wenseslao.
Y es que lo inhóspito del lugar habría impedido el traslado y comercialización de toda la madera elaborada producto de la tala de alerce y otras especies nativas. Eso explicaría la presencia de los barcos hundidos, maquinaria y madera abandonada en Buill.
A finales de este año podremos conocer cómo termina la historia. Por ahora, el proyecto está en pleno desarrollo. “Logramos realizar la totalidad de las entrevistas a las personas más antiguas y recomendadas por la propia comunidad, y pronto comenzaremos los talleres de educación ambiental», comenta la bióloga marina y directora del proyecto Franchesca Sanzana. Agrega que en el camino han ido descubriendo diversas aristas de la historia local asociada al alerce y cómo los relatos dan cuenta de los cambios en el entorno.
El proyecto
Analizar el patrimonio cultural y natural asociado a la antigua explotación del alerce realizada en la localidad de Buill, con el fin de indagar y fortalecer la identidad territorial de sus habitantes es el objetivo del proyecto.
Juan Catín, presidente de la Junta de Vecinos de Buill Norte, considera que si bien el aislamiento geográfico de su localidad acarrea problemas debido a la mala conectividad territorial y digital; también les permite tener y habitar un lugar único. “Las cordilleras nuestras están plagadas de alerzales y hay zonas muy poco exploradas”, señala. Es por ello que el proyecto también espera establecer una línea base de biodiversidad nativa y realizar talleres de educación ambiental.
El dirigente vecinal destaca que el proyecto les ha permitido trabajar con otras instituciones, como ONG´s y otros servicios estatales y que -dependiendo de los resultados del proyecto- ya hay conversaciones con Sernatur para desarrollar una ruta histórica. “Esa es otra forma de conservación”, recalca el dirigente vecinal.
Los productos e instalaciones que se generen a partir de las actividades del proyecto quedarán a disposición de la comunidad de manera permanente, como un legado que fomente el turismo responsable con enfoque científico-histórico.
Entre las instituciones asociadas al proyecto se encuentran la Fundación para la Superación de la Pobreza, la Fundación FIPaNCu, la ONG Jáukén, la Escuela rural de Buill y la Ilustre Municipalidad de Chaitén y la Naviera Austral.
El alerce
Fitzroya cupressoides es el nombre científico del alerce y en mapudungun le llaman lahual. Es una especie de conífera que solo crece en el sur de Chile y Argentina y llega alcanzar más de 40 metros de altura, convirtiéndose en el árbol de mayor tamaño en Sudamérica.
Crece muy lento y su madera es muy resistente a los hongos y al ataque de insectos, por lo que puede llegar a vivir más de 4 mil años. Debido a su longevidad, sus anillos de crecimiento son un vestigio de la evolución del clima en la Tierra.
Pese a que desde 1976 es Monumento Natural (no se puede talar), su estado actual de conservación es “En Peligro”. Sus principales amenazas son la tala ilegal y los incendios forestales.
Para saber más
«El milenario y grandioso alerce»
«El aporte del alerce a su entorno»
Alerces: los viejos lentos del bosque (artículo elaborado por Antonio Lara, ingeniero forestal, Ph.D. Profesor Titular de la Universidad Austral de Chile e investigador del Centro para la Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2).
Alerce de 3.500 años en el Parque Nacional Alerce Costero
Tráfico ilícito de alerce